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Foto del escritorAlucinos

Chavalín (relato corto)

Actualizado: 19 jul

Madrid 17 de julio 2024


El chavalín, con apenas 9 años, era muy pobre, de familia muy pobre, y vivía en un pueblo muy pobre. El pueblecito, se encontraba situado en la enorme y desolada Castilla, en esa tierra donde miras y miras al horizonte y sigues viendo el mismo paraje, y, justo entonces, te embarga una sensación de infinitud y, para aquellos que nacieron con el sentimiento de nostalgia, notas como se desborda y te envuelve en un manto imposible de encontrar en otros pagos.


La gente del pueblo, como la de casi todos los pueblos de la zona, vivían de la parcela que cultivaban, la huerta de donde sacaban todos los productos frescos para todo el año, gallinas para el consumo de huevos, y los mas privilegiados contaban con un cerdo o una vaca para obtener leche y carne, además claro está, de la que conseguían cazando conejos o liebres, lo que hubiera.


En el pueblo también estaban todas las fuerzas vivas: el cura para decir misa, y darles la catequesis a los chavales, oficiar casamientos, entierros, funerales, bueno lo normal para un cura; la maestra que impartía clase a todos los niños del pueblo, juntos de todas las edades, y por la tarde todos, rezaban el rosario. La escuela, era uno de los pocos sitios calientes en invierno, porque antes de comenzar las clases, había un alumno encargado de encender la estufa de hierro con la leña que donaba el pueblo; el médico, que por mucha pericia que tuviese, no contaba con medios, pero para partos, empachos, roturas de brazos o piernas y certificar la muerte de los que morían era imprescindible; el boticario, que contaba con un pequeño local, donde realizaba sus fórmulas magistrales, los ungüentos y medicinas. En fin, un pueblo en toda regla.


Pero nuestra historia va de Chavalín (le llamaremos así) Era un niño intrínsicamente bueno, que detestaba la violencia que encontraba en casi todos los niños del pueblo, y sobre todo era un ser profundamente unido a la naturaleza.




En cuanto salía del colegio, si en su casa no le necesitaban para ayudar al padre con las mulas, o ayudar a su madre en la huerta, desaparecía y se iba a sitios que nadie más que el conocía en los alrededores del pueblo.


Fundamentalmente se iba aun rincón que estaba en la ribera del riachuelo que pasaba cerca del pueblo y por un capricho de la naturaleza, entre una serie de chopos y zarzas, había crecido un níspero. El arbolito mediría como metro y medio, pero se llenaba en la época de los frutos de nísperos que solo verlos dan ganas de comerlos. Chavalín, que la única fruta que comía era en verano sandias de la huerta, porque no se compraba ni en su casa ni en casi ninguna casa, fruta, lo cuidaba con esmero, pero hasta la fecha no había logrado nunca comerse un níspero.


¿Porqué?, pues porque una vez probó uno verde y lógicamente no le gustó, y esperaba hasta que estuviesen maduros; pero por allí debía ver un catador experto en fruta en forma de pájaro, y cuando ya llegaba el día que pensaba que podía recogerlos y llevarlos algunos a su casa, zas, habían desaparecido.


Por supuesto jamás se le ocurrió matar a los pájaros que rondaban por allí y que sabía que eran los causantes de que no pudiera probar sus nísperos.


Ese invierno fue especial climatológicamente hablando. Llovió mucho, también en primavera, y el campo estaba reventando de flores y verdor y el riachuelo llevaba una corriente de agua totalmente anormal para otros años.  Chavalín pensaba, 'este año con los nísperos que tiene el árbol, espero que me dejen alguno, cuando llegue la hora de recogerlos.'


Y por fin llego el día. Iba nervioso a su rincón predilecto y cuando vió el níspero, observó que estaba lleno de frutos sin tocar, y un gran desconcierto le embargó '¿Por qué están todos, ¿estarán malos? 'Y en ese momento, un pájaro se posó sobre el árbol y, comenzó a picotear un fruto, mirándole fijamente a chavalín como diciendo '¿se puede saber qué haces?; ¿no ves que te he esperado para poder comer los dos juntos?'


 Y Chavalín, por fin los probó y nunca jamás a lo largo de su vida, encontró algo tan exquisito dulce y refrescante como el níspero compartido con el pajarito

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